jueves, 5 de junio de 2014

Un final impredecible

El doctor estaba allí frente a su escritorio en una noche que no parecía traer nada interesante. Su mano recorría los archivos implantando su firma en un montón de papeles mientras que con la otra sostenía una taza de café cargado.
Era una noche larga y fría de invierno pero nada evitaba que aquel hombre leyera su novela, en su auto que parecía una nevera. El hombre tenia los labios secos y temblaba pero aun así intentaba concentrarse en las palabras. Pero su mente se oponía a aquella historia y le invadían pensamientos tristes y desoladores sobre su vida, sobre su futuro y hacia donde huiría de esta depresión que le amenazaba. Junto a varias latas de cerveza y un objeto frió y oscuro el esperaba.
El papeleo lo agotaba y necesitaba llegar a casa así que se levantó de la silla, tomó el abrigo de la silla y salió por la entrada a toda prisa hacia el auto. La calle estaba desierta y no tardó en llegar a casa. Encendió las luces, cerró la puerta, se preparo un café y se sentó frente al televisor, era lo mejor que podría hacer, vivía solo.
El hombre estacionó su camioneta frente a la casa y después de un suspiro bajó de la camioneta con el objeto en mano. Esa noche era sinónimo de silencio, las calles tenían un aspecto fantasmal y desértico, una noche perfecta.
Un canal trasmitía un maratón de suspenso y aquel hombre se encontraba tenso buscando lo mas cercano para apretar, por un momento se le paso por la cabeza cambiar de canal pero ya era un hombre de 40 años que nunca había visto una película de terror, era el momento de dejar ese temor que lo aquejaba.
Pasos silenciosos, pasos siniestros y temerosos, pasos temibles, el hombre tocó la puerta, el doctor se llevó el susto de su vida pero se levantó y abrió la puerta, nunca se esperó aquello.

- Suegrito , que haces por acá? -

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