lunes, 23 de febrero de 2015

XIV

   El fuego de artilleria atravesó el recinto amurrallado a lo largo de la noche. Ya no había marcha atrás. Las decisiones de un general habrían acabado con la vida de los cientos de soldados aposentados y el ejercito invasor se haría del territorio.
   Malas decisiones. Una sucesión de hechos que cambiaron mi forma de pensar hasta tal punto, en el que mi mente nublada, no dejaba que nadie acatase las ordenes de quien alguna vez había sido el soldado mas destacado de su patria. Pero ahora se encontraba allí, solo , con el cuerpo a la espera de ser tomado y el pensamiento perdido en otras épocas de gloria y esperanza. Sus hombres luchaban contra el poderío que tomaba las praderas. Su familia jamas se enteraría de la verdad y su nombre se perdería entre tantos que dieron su vida por una causa perdida. 
   El teniente irrumpió en la carpa con una mirada desolada y un rostro cubierto de sangre. Cayó al suelo en el instante en que me se disponía a ayudarle. Pero ya era demaciado tarde, le habían arrebatado su vida. Entre sollozos y desdicha por si mismo, solo pude sentarme a escribir una ultima carta de despedida , como ultima y única esperanza que existía, de que alguien supiese que  había sido el único responsable por aquel campo repleto de cuerpos sin vida. Entonces me acerqué a mi escritorio , me senté encima de un cajón de proviciones y comencé a redactar mis ultimas palabras

" A quien lea mis ultimas palabras , le ruego que comprenda , que en verdad siento con gran pena lo sucedido. Hay hombres que creen que todo es posible cuando la realidad es que , cada éxito es verdadero si lo perdido fue por una gran causa. Mis errores le quitaron a sus hijos , a sus padres , a sus nietos, le quitaron a su familia. 
   Quiero que sepan , que cada uno de ellos luchó con valor , con todas sus fuerzas . Y a pesar de que padecieron por mis ordenes , ellos siempre defendieron sus ideales, su patria, y vuestras vidas "

Un soldado apuntó su arma y le quitó su vida al ultimo de los sobrevivientes, que nunca llego a saber la importancia de aquella batalla, que le salvó la vida a decenas de pueblos, a cientas de personas y a quien seria después de tantos años, la persona que leyese esta historia.

sábado, 14 de febrero de 2015

"La Herencia" , mas que un libro, una lección de vida

   
  Siempre he dicho, que al terminar un buen libro, uno se queda pensando profundamente. Pensamientos reveladores y confusos, como si uno de los secretos de la vida hubiese sido  desvelado.
   John Grisham siempre ha sido para mí una gran influencia. En mis palabras escritas, en mi vocabulario, en mi pensamiento. Pero después de haber leído su último libro, no me cabe duda, de que es uno de los mejores escritores de la historia.
   Pocos libros te dejan ese sentimiento. El sentimiento de perplejidad, de felicidad o tristeza, de esperanza, quizás una mezcla de ellos y de muchos más. Pero hace instantes, cerré su tapa, lo coloqué en el estante y esbocé una sonrisa de satisfacción.
   Para quienes duden de mí  y de su titulo “La Herencia”, les invitó a tomarse un buen tiempo y introducirse en esta película de abogados, juicios, policías y dinero. Y que al final, tras capítulos extenuantes cargados de jerga judicial  y un final que los dejara con una sonrisa en el rostro, me escriban si tuve la razón, en que John, al igual que pocos escritores, ha hecho de un simple libro de abogados, una lección de vida

"John Grisham tiene un talento excepcional. En este país no hay nadie que escriba como el" 

The Washington Post

"Grisham es un narrador maravilloso que convence a sus lectores de la misma forma que un buen abogado convence al jurado"

The Philadelphia Inquirer

"John Grisham es el maestro de los thrillers judiciales"

The Denver Post

"John Grisham es mucho más que popular, es uno de los novelistas más populares de nuestros tiempos. Escribe bien, las tramas son excelentes y los personajes convincentes"

The Seattle Times


 "John Grisham es el mejor narrador que tenemos
                                                   en Estados Unidos  hoy en día"

The New York Times"


miércoles, 4 de febrero de 2015

El barbero

-        -  Gracias por el corte Don. También por escucharme, se que no es fácil para nadie soportar todo lo que digo –

-         - Descuida, con el tiempo se aprende a escuchar -   


   Se despidió haciendo un gesto con el sombrero y se marchó como todos hacen, con la frente en alto, como si el hecho de visitar la barbería, les hubiera salvado la vida.
   Y es que, después de tantos años, uno aprende junto con el oficio que hasta las mejores personas tienen sus problemas, y esperan poder ser escuchadas.
   Fue una mañana triste y desolada, cuando un vehículo largo, oscuro y bastante cargado aparcó en la entrada. El gobernador parecía exhausto y cansado de la vida. Con sus apenas 50 años, llevaba una gran carga en la espalda que lo había envejecido bastante. Se quitó los lentes y el sombrero de vaquero, los dejó sobre el sofá desvencijado, y le dio un fuerte abrazo a  su barbero de toda la vida antes de sentarse.
   
-         - Si será dura la vida hermano, que estos cuatro años casi han acabado con mi vida-
  
    Ya lo sabía. Se había divorciado y a duras penas conseguía ver a los hijos. El cabello canoso empezó a caer al suelo mientras la charla se centraba en los encuentros deportivos y la política del estado. No había mucho de que charlar ya que no ocurrían grandes acontecimientos con frecuencia, pero esa tarde, aquel hombre dejo salir hasta el último de sus secretos y temores.

-          -    Sabe señor, las cosas nunca son fáciles, y se lo dice un barbero ocasional –

-         -     Siempre das buenos consejos Don, pocos hombres saben escuchar como tú – dijo al tiempo que se acomodaba

-          -   Cosas del oficio – .  Tomó algo de su bolsillo, me lo entregó y me dijo que lo leyera cuando él se fuera y lo entregara a las autoridades

-         -  El caso es que necesitaba a un amigo, espero que cuando salga por esa puerta, aun sea así –


Tomó sus gafas de aviador y al cabo de unos minutos, aquel hombre desapareció por la carretera en dirección a la costa. Y quien sabe si nuestros caminos volverían a cruzarse, por un simple corte de cabello.