LA FLOR DE UNA VIDA
Santiago Bianchi
Últimas noches en la bahía. Estos días he descubierto una
inmensidad de colores, aromas y sentimientos que nunca pensé que existiesen.
Esta noche dejamos la bella y mística ciudad de Cartagena para partir hacia una
Europa derrotada por los causes del pasado. Este noche me he dado cuenta de que
he comenzado una nueva vida junto a ti, de palabras hermosas y el canto
incesante de magnificas aves, como si al fuese libre.
Hemos llegado tras
las primeras luces del alba y las gotas de roció sobre el césped verde similar
a las hojas de un limonero. Una ciudad que vive de las historias, una ciudad
ancestral de la que Hemingway y tantos otros artistas han sabido describir,
pero también solo veo tus ojos tristes y desolados.
Una tarde junto al
Senna, no podía dejar de observarte, con la mirada perdida en la corriente del
río, y eso me hizo pensar en el día en que te conocí, en la ciudad que mi
abuelo tanto amó y yo supe querer.
Esa ciudad no tenía
parecido alguno a los libros de esos tiempos. En el momento en que llegué solo
le encontré belleza y cierto encanto en cada calle y en cada persona que se
asomaba a buscar el correo en los barcos recién llegados. Me encontraba
totalmente perdido. Mi brújula había desaparecido y ni la más mínima señal
atmosférica podría haberme ayudado. Me percaté en cierto momento de la mirada
curiosa de las personas que me observaban tras las casas y cualquier lugar
donde alguien pudiese esconderse. No tenía miedo. Parecía aquellos pequeños que
con gran asombro admiran cada aspecto nuevo que les trae el destino. Pues
también me trajo recuerdos de las tardes en Burdeos bajo la calidez del mañana
junto a mi abuelo al que tanto extrañaba.
Caminé y caminé y
nada encontré más que respuestas en un idioma que jamás estudié. Ya al caer la
noche allí estaba sentado en la calle con una botella de vino y sin saber qué
hacer. Hasta que descubrí entre el bullicio de personas, algo que me conmovió
por completo. Una joven de vestido blanco y un cabello largo y oscuro me
observaba mientras bailaba al son de la música de Carlos Gardel. Pero esa joven
tenía algo maravilloso que mis ojos no pudieron deslumbrar. Pasó a pasó
abriéndome camino me fui acercando con gran temor pero con el corazón que me
incitaba a seguir hacia adelante. Y ya estaba a pocos metros cuando un hombre
grande apareció de improviso y la besó sin que ella lo hubiese advertido. Me
retiré poco a poco y pasé la noche en un tugurio de marineros y pesadores.
La mañana trajo
consigo un aire matinal fresco y alentador. El pueblo entero dormía y comencé a
recorrer en paz las calles pedregosas de la villa histórica. Los hogares eran
de colores intensos y decoradas con mucha delicadeza. Un olor intenso y
exquisito me invadió por completo. Como un sabueso lo seguí calle tras calle
hasta que me encontré en los límites de lo urbano y descubrí a lo lejos algo
blanco entre las praderas. Caminé hasta allí haciendo surcos entre los
pastizales y poco a poco fue surgiendo un campo de lirios ante mis ojos.
Atravesando con
delicadeza y gracia , estaba ella entre las flores con la mas dulce mirada.
No me atreví a perturbar ese momento por temor de que la magia desapareciera. Pero algo me dijo que debía hacerlo, tomar fuerzas y conocerla. Y por gracia del destino , me levanté de allí y mi vida cambió para siempre.
La conocí día tras día, aprendiendo de ella lo hermoso de la vida y cada detalle que me habría la puerta a nuevos mundos. Veía en su rostro lo que nadie nunca puedo presenciar. Sus lágrimas son mas bellas que su sonrisa y siento con cada gota como nuestro espíritu crece y crece. Hemos dejado la tristeza, el odio y la ignorancia de lado, el mundo esta sumido en males pero nada extinguirá el rayo de luz que hemos creado.
Partimos tras cinco años de amor puro a tierras lejanas pero conocidas para mi memoria. Sentí como te desprendías de todo el amor y cariño de tu juventud pero fui tan ciego que continué con mis propios pensamientos. Pero ese día en el Senna, vi con tristeza tu rostro y lamenté haberte quitado todo. Me di cuenta, de que a pesar de todas mis vivencias, de todo preciado momento de mi niñez, nada se compararia al día en que divisé las costas de Cartagena y conocí al amor de mi vida.
"Recordar es fácil para el que tiene memoria. Olvidar es difícil para el que tiene corazón"
Gabriel Garcia Marquez
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