"Dedicado a Agustina, Andrea y Macarena, nunca dejen de ser las personas que tuve la suerte de conocer"
Las dos mujeres del norte
Nacimos pobres y siempre lo seguiremos siendo, ese siempre fue el lema de mi madre que nos repetía diariamente cuando nos arropaba junto a la fogata. Aunque no teníamos nada, de niños éramos como seres libres corriendo por la sabana, jugando, disfrutando, son buenos recuerdos que aun conservo de mi infancia en la aldea, un lugar que jamás podre olvidar.
También recuerdo
a dos personas que una vez nos visitaron. Uno era un hombre con un
extraño sombrero y una gran barriga y la otra era una bella chica que me
asombro por completo. Su rostro no era oscuro como el de nosotros sino que era más amarronado pero sus ojos si lo eran,
profundos y misteriosos.
Antes de que mi madre falleciera nos dijo que debíamos
abandonar la aldea y conocer el mundo una idea que para nosotros resultaba
imposible para ella que conociéramos otras culturas, otros paisajes y otras
personas era su sueño desde que nos vio por primera vez.
A los pocos
días tome mis pocas pertenencias y seguí mi propio camino hasta las costas de
Nigeria. Un arduo camino repleto de miles de obstáculos incluso de las mismas
personas pero yo seguí y seguí caminando por las calles empedradas hasta que
llegue al puerto de Naza donde siguiendo las indicaciones de mi madre debía
encontrar el barco de mi tío y llegar a Sudamérica. Del viaje no puedo recordar
nada porque iba dormido pero sí recuerdo que cuando llegamos a la costa quede
maravillado por la naturaleza y el agua que parecía un espejo, era algo
precioso sin duda alguna. Pero no sabía precisamente donde estaba cuando
llegamos a puerto y mi tío debía partir en una hora por lo que desorientado y
sin poder entender ninguna palabra de las amarronadas personas seguí mi camino por
una calle asfaltada que nunca había visto como los grandes edificios que con
cada paso que daba parecían hacerse mas y mas grandes.
Eran sorprendentes
las maravillas de aquel lugar que para mí era una selva de gigantes monumentos
que me aterrorizaban por lo que con las pocas fuerzas que me quedaban corrí
hacia unos matorrales.
De un momento a otro pase de estar rodeado de personas
a estar solo en la selva por lo que decidí arreglarme por cuenta propia y me
prepare para lo que serian los primeros meses en el lugar más lejano y
solitario que había visto en mi vida.
Al cabo de unos
meses había logrado recorrer gran parte del lugar y con mis propias manos
conseguí establecerme en un lugar junto a un rió. Pero aun me faltaba algo, alguien con quien
hablar. Nunca me había sentido tan solo, extrañaba a mis padres y mis hermanos,
estaba devastado. Pero un día estaba recostado junto a un árbol y se me
acercaron dos jóvenes. Eran mas blancas que la chica que recuerdo de mi
infancia por lo que les dirigí la misma mirada de asombro. Ellas se acercaron,
me observaron y intentaron hablarme pero teníamos dos lenguas diferentes, para
mi suerte ellas traían consigo unas pequeñas imágenes de diferentes lugares que
me fueron mostrando. Mi mirada de sorpresa cuando distinguí una de las imágenes
era graciosa, me levante y las abrace y les señalaba la imágenes para
demostrarles que yo pertenecía a ese lugar y ellas movían la cabeza aclarando
que me entendían entonces después me llevaron con un hombre que entendía mis
palabras y luego y luego….. fue un gran momento para mí. Durante el siguiente
mes las chicas, el hombre y yo nos dedicamos a localizar mi lugar de origen y
cuando lo encontramos, algo que era casi imposible empezamos a organizar como
devolverme a casa, ya habían pasado 3 años, acaso alguien me recordaría?. Luego
de un mes más de discusiones con el gobierno partimos hacia el lugar donde yo había
estado hace mucho tiempo, donde mi viaje había comenzado, por fin no me
encontraba solo, no sabría explicarles lo que sentía en ese momento así que
cuando llegue lo primero que hice es besar la tierra donde nací y allí estaban
mis hermanos, nunca habían abandonado este lugar, corrí y los abrace mientras
las lagrimas caían por mis mejillas luego me di vuelta y observe por varios
segundos a esas tres personas que me salvaron la vida. Hicieron lo imposible
para regresarme a mi hogar, me cuidaron, me protegieron, fueron más que simples
amigos, donde estén en este momento me gustaría decirles que siempre serán recibidas
en casa aquellas dos mujeres del norte.